Un día una de nuestras alumnas nos trajo una serie de diarios editados por una inmobiliaria. Cada página promocionaba doce o trece ventas, y cada anuncio de venta era una curiosa y jugosa pieza de análisis. Aunque nadie se lo había encomendado, se preguntó cómo podía corregir eso, con un despectivo «eso» que sabía más a ruina que a reconstrucción.
Sin duda, el dueño de la empresa había admitido la publicidad de esos textos. La prosa inmobiliaria, extremadamente concisa por razones económicas, es siempre descuidada y hasta ignorada porque el objetivo es material: vender o alquilar terrenos, casas o departamentos; los medios escritos para lograrlo no importan. De cualquier modo, siempre hay una primera vez, y, en esta oportunidad, nuestra alumna no se había topado con un esquelético telegrama —expresión común en esta clase de mensajes—, sino con textos que hasta hacían el esfuerzo de ser poéticos, pero nadie los había corregido, nadie había contratado a un corrector para realizar la tarea.
Los títulos que encabezaban dichos anuncios eran sorprendentes e ingeniosos: «Vestido de etiqueta», «Duro de clonar», «Rompecorazones», «Se ha formado una pareja…», «Marche un babero», «Juntos pero no revueltos», «Matrimonio o algo menos», «Nada de cuento chino», «Mandada a hacer», «Aptitudes no le faltan», «Bien polenta», «Doctorado en belleza», «Como pan caliente», «Virtuoso del espacio», «Argentina año verde», «Tomá mate», «Más que terrenal», «Sin portero ni vecinos…», «Resurgir de las cenizas», «No se salva de la topadora…», «Podría estar peor», «La pinta es lo de menos», «Hay que formatearlo», «No habrá ninguno igual…», «Lo bue si bre dos veces bue» y tantos otros. Extraemos de ellos algunos fragmentos que celebran, sin duda, la autoridad suprema e indiscutible del error. Son un desopilante himno al error. Penetremos en algunos cuyo mensaje, más que estimular la venta, anula hasta el éxtasis de la voluntad de los posibles interesados.
Después de consignar la calle y el número en que se encuentra el inmueble, llegan los invitados a este «banquete» sin igual, al que la puntuación no asiste porque no es bien recibida; mejor ignorarla que estudiarla, y esta ausencia hace estragos. Por ejemplo: una segura esquina de 120 metros de tierra permite mudarse sin hacer arreglo alguno ya que ha sido remodelada en la década del noventa por sus actuales dueños que la han conservado cuidadosamente… ¡Cuánto amor por la esquina! Pero, en realidad, hablaba de una casa. Observaremos, además, que el sublime redactor, posesionado por esa escritura, ya no sabe qué decir y, como no sabe, personifica enfáticamente con su atrevida pluma todo lo que describe y usa solamente tres comas. Titula su texto «Levántate y anda»:
En estos valores hay pocas opciones o bien conseguir un discreto tipo casita interno de dudoso estado y con acceso por un pasillo o bien encontrar algo como esta casita —que si bien no está muy seductora hoy día pero tiene potencialidad prácticamente es como si fuere una casita sola, […] a escasos 200 metros de locomocionada, populosa y muy comercial Av. Juan Bautista Alberdi 5400 en planta baja totalmente independiente y al frente y con espacio aéreo propio. Si bien hoy día su actual estado no es el mejor aunque está vivible, hay que considerar otras virtudes que no se ven a simple vista…
Suponemos que el «discreto» es un departamento, pero no lo dice. Luego, ofrece la poco «seductora» casita. En ese contexto, el diminutivo no la favorece demasiado, pero el redactor trata de enaltecerla con la «potencialidad» «como si fuere una casita sola». ¿Cuándo? ¿Es o no es? El «como si fuere» deja dudas y confunde. ¡Extraño el jurídico e hipotético futuro imperfecto de subjuntivo «fuere» en lugar de «fuera», pretérito imperfecto de subjuntivo! Si «fuere», «no es» en el presente. A partir de estas edulcoradas palabras, la casita, que, a esta altura de los hechos, casi ha adquirido la entidad de una persona, ¡está en planta baja!, y esta es «totalmente independiente y al frente y con espacio aéreo propio». Para crear la expectativa, primero dice que «está vivible» y, luego, que, aunque «su actual estado no es el mejor», el que desee comprarla deberá descubrirle «otras virtudes que no se ven a simple vista». En lugar de promocionar su venta, crea una especie de enigma que deja entre paréntesis la posibilidad de adquirirla. Final abierto.
Otro ejemplito, también con tres comas; parece que el redactor coincide con los antiguos en que este número simboliza la armonía y la perfección, cualidades de que carecen estos textos, y con Borges en que el «tres» es una confirmación, en este caso, de la natural impericia del redactor. Sin duda, el título anima con poca sobriedad la compra inmediata del inmueble:
RUINOSO
Tipo casita antiguo y bien roto PB al fondo francamente destruido pero a pesar de su lamentable estado para nada habitable con revoques caídos, humedades de cimientos y deterioro de instalaciones, pisos, revestimientos etc. que desalienta a comprador poco entendido en construcciones pero ni aun este DANTESCO escenario logra opacar la amplitud asoleamiento potencialidad y ubicación que lo transforma en un PH potable 2 amb 4x4x4 de alto + lugar de cocina y baño (indignos) + generoso patio con galería de donde sale escalerita de hormigón que conecta una seudo hab en altos y el resto del perímetro techo de bovedilla y chapas 60,77 mts2 cub y 95,79 mts2 prop con la ventaja de ser 3 unidades en total con fachada agradable y un pasillo al menos no tan difícil de ponerlo lindo
Aquí habla de un departamento —le gusta aclarar «tipo casita» para enternecer al comprador— «bien roto», «francamente destruido», en «lamentable estado para nada habitable con revoques caídos» —¿se habita el estado?—, con humedad desalentadora y «cocina y baño indignos». Por lo menos, el patio es «generoso», y la fachada, «agradable». ¡Un maestro para elegir adjetivos desmotivadores! El conjunto conforma «un escenario DANTESCO» como el de su redacción; por supuesto, con mayúsculas enfáticas, como para alejar definitivamente a aquel que desee acercarse a ese lugar. La ausencia del punto final nos permite conjeturar que hay algo más que no se dice.
Además, en otros avisos, promociona un departamento en planta baja que tiene parrilla en el corazón de Villa del Parque —¡qué difícil hacer así un asadito!—; otro seduce a fóbicos de escaleras que privilegien la comodidad de vivir en una casa en bajos pero bien distribuido funcionalmente, […], cerradito pero a la vez bien ventilado perimetralmente al exterior… —¿puede ventilarse hacia el interior?—; la clásica escalera conecta con una hab en altos «como para suegra» o (como para una suegra no tan apreciada) —las comillas primero y los paréntesis después ya encierran un prejuicio—; para solteritos y en apuros, un PH con el mínimo de comodidades —con este incómodo detalle, no se vende—; dos regios amb que convergen a patio cubierto que oficia airosamente de comedor —¡qué patio galán y valiente!—; se accede a una terraza por una distendida escalera —¡qué bien, siempre relajada!— o a un departamento por escaleras subibles; en un entorno tranquilón, un lote para construir una vivienda familiar no tiene servicio alguno (ni agua, ni cloaca, ni gas, ni luz) pero resulta una interesante porción de tierra interesante; hay departamentos para todos los bolsillos de 2, 3 y 4 ambientes con ambientación entre MODERNOSA y MINIMALISTA seductora de almas descontracturadas que busquen algo diferente pero a la vez IRROMPIBLE; un pisito único, INMACULADO, una verdadera joya arquitectónica, un producto sublime sin contaminación visual alguna ni miradas de edificios linderos. El redactor está tan poseído por las palabras que hasta relaciona constantemente las viviendas con la edad de sus posibles habitantes: Simpática casa en FRASCO CHICO, totalmente independiente no comparte nada c/nadie lo que no resulta poca cosa p/una vivienda ideal pareja madura que busque una casa chapada a la antigua que con una buena prolijada quedaría bárbara.
Cada tanto, como para descansar de su fatigoso ejercicio seudoliterario, que, prácticamente, carece de comas obligatorias, de puntos en las abreviaturas (amb, prop), de preposiciones adecuadas, de conexión sintáctica, pero abunda en faltas de concordancia (sólida edificación de otrora que se encuentra sanito; mil detalles que seduce a público de paladar negro), de acentuación (minimo, practico, tambien), en prefijos volanderos, a veces, mayúsculos (dúplex HIPER VENTILADO y RECONTRA LUMINOSO), en pleonasmos o redundancias (un fondito parquizado atrás) y en contradicciones (la casa está fea pero es linda), el osado redactor reflexiona y dice: Humildemente no hay nada ni parecido en estos valores con esta genética privilegiada…; Este constructor transformó un legendario galpón de hormigón en sensuales PH onda LOFT… o, casi nostálgico, recuerda el mítico aserradero de Mataderos, que se convirtió en vivienda unipersonal de SOLAS y-o SOLOS. Ya recuperado de tan ardua faena, recobra el optimismo y nos habla del alegre patio interior y del garaje alegre; el techo traslúcido que remata en deseada expansión; un entrepiso enamorado que balconea a la planta baja de impúdica belleza; una casa que derrocha bonanza, cuya fachada denota su generosidad; un primer piso honrosamente mantenido; un PH que cuenta entre otras cosas con entrada exclusiva y directa desde la calle; dos sendos pisitos únicos con entretenidas visuales que dominan visualmente un gran sector verde y un dúplex mirando al naciente (benigno sol mañanero); todos con expansión íntima de miradas indiscretas. Como para insuflar confianza al futuro comprador, agrega lo siguiente: … aproveche que no se cobra entrada y es un espectáculo digno de ver y tan bien producido.
¿Cómo actúa un corrector frente a estos textos tan peculiares —y «para gente imaginativa», como aclara el mismo redactor— después de agarrarse la cabeza con ambas manos, mesarse el cabello o la barba, y preguntarse qué debe hacer con ellos? Sin duda, si le encargan el duro trabajito, responderemos ‘Uno cada uno o uno para cada uno de dos o más personas o cosas’ enfáticamente: ¡¡¡debe corregirlos sin distorsionar su estilo!!!, con tres signos de exclamación de apertura y tres de cierre, pues ni los gerundios se salvan. Conclusión: a este redactor nunca lo asaltó la duda. A pesar de todo, coincidimos con Mark Twain en que «El humor es la bendición más grande de la humanidad». Y nos ha hecho reír.
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