"Esta generación musical, además de evidenciar el cambio de paradigma comunicacional (clickbait, fake news, hateo en redes sociales…) ha puesto de manifiesto que —también en el periodismo— hacía falta renovar filas”, expone Alicia Álvarez dándole, con mucha elegancia, un porrazo al oficio sobre el que reflexionó en su doctorado y sobre el que da clases en la universidad. Los medios mayoritarios no sólo hicieron el vacío al movimiento, para luego acogerlo con sus propias normas, sus titulares y sus intereses, entre los que no estaba nunca (como en el flamenco) el objetivo de informar sin más. Más tarde, al ver el tirón, intentaron fagocitarlo y por eso, por ejemplo, Operación Triunfo invitó a C. Tangana.
Éste, acudió, actuó y se marchó sin hablar con los concursantes ni el presentador. Así le explica a Álvarez en el libro por qué lo hizo: “Ellos me ofrecieron un programa, yo les ofrecí un personaje controvertido y cada uno pues jugó su partida”. Quería aprovechar esa plataforma, "hacer la pantomima del propio personaje de C. Tangana que no pinta nada ahí", pero no formar parte de un teatro. Como dice El Madrileño, "hacer un acto perfomático". Es decir, ponerle condiciones a la oferta.
La gente de El Bloque recibió un trato parecido al de los músicos urbanos. Cuando decidieron abrirl el canal de Youtube e informar por su cuenta, no encontraban patrocinio. Cuando lo encontraban era rácano. Y cuando un canal de televisión les decía "no" a producir su idea, veían cómo se la robaban y la emitían más tranquila, menos rotunda: edulcorada. Por otro lado, hasta una parte de la prensa alternativa las acusaba de no saber de música, ni de escribir. Y las intentaban domesticar. A no pocos les incomodaba su frescura, también que usaran memes, capturas de facebook, emoticonos o audios de whatsapp como fuentes de información. Un meme es absurdo si no es pertinente, si no aportada nada, si se usa mal. Pero lo mismo pasa con una cita convencional.
Quienes arrugaban tanto el ceño ni siquiera miraban para qué estaban ahí esos recursos ampliando el lenguaje hasta el punto de estar creando uno nuevo. Pero bastaba detenerse un poco para ver que los usaban para lo de siempre: contar, comunicar, llegar. Y para crear una comunidad. “Toda música va de tejer una familia y de sus inquietudes culturales”. Lo afirma Camprubí en esas páginas y apunta a uno de los motivos por los que sentí que no acerté con el New York Times: porque faltaba una pata, porque además de más gitanos dando respuestas, faltaban preguntas sobre "esa familia" de la que habla Aïda. Porque estábamos explicando a Rosalía (y a La Zowi, y a Bad Gyal...) sólo a pedazos, por el envoltorio, desde muy lejos y desde fuera.