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Marrakech a medida ahora que Marruecos abre sus fronteras: de una ruta en sidecar a una acampada en el desierto

A las cuatro en punto de la tarde una retahíla de sidecars vintage, iguales a los que usaban los gendarmes para custodiar la medina de Marrakech en los años 50, aguarda en la explanada de la entrada principal de La Mamounia, hotel-icono de la ciudad marroquí, uno de los mejores alojamientos urbanos del mundo y «el lugar más maravilloso del planeta» según Winston Churchill.Y de cinco estrellas sabía de sobra el político británico: ¿en cuál que valiera la pena no estuvo? Como tributo, este antiguo palacio reconvertido en hotel de lujo en 1923 cuenta con una suite y un bar con su nombre.Marrakech a medida ahora que Marruecos abre sus fronteras: de una ruta en sidecar a una acampada en el desierto Marrakech a medida ahora que Marruecos abre sus fronteras: de una ruta en sidecar a una acampada en el desierto

Es uno de los lugares que uno debe conocer si visita la ciudad ahora que las fronteras de Marruecos vuelven a abrirse al turismo internacional. Además, el bar de Churchill forma parte de la minuciosa reforma acometida en La Mamounia hace apenas unos meses, con novedades como un elegante salón de té, un restaurante asiático y otro italiano firmados por el chef Jean-Georges Vongerichten, lounge con dj, cine privado de 27 butacas y enoteca con 2.000 referencias vinícolas de primer orden.

Volvemos al sidecar, ya que en la majestuosa entrada del hotel a base de columnas, azulejos y mosaicos de estilo arábigo-andaluz aguarda el sonriente Hussein Belaid, guía y piloto, quien avanza el itinerario sobre ruedas propuesto por La Mamounia como una de las experiencias premium personalizadas que ofrece a sus huéspedes y cuyo fin es «descubrir Marrakech de una forma diferente y exclusiva», explica Denys Courtier, su director regional de Marketing. Otras opciones: rutas de tiendas con personal shopper, catas de vinos, paseos en globo... Para ello, el hotel contacta con empresas locales, que diseñan programas a medida.

Inmersión en el laberinto del zoco

En el caso de la vuelta en sidecar, se trata de Marrakech Insiders, que organiza tours a bordo de un Chang Jiang 750 característico de la I Guerra Mundial por los rincones más recónditos de la urbe. El que nos ocupa dura tres horas y cuesta 1.955 dirhams (185 euros). Lo primero que hace Belaid tras colocar el casco a los ruteros (uno se se acomoda en la motoclicleta detrás de él y otro, en el asiento lateral) es explicar por qué a esta metrópoli se la llama la Ciudad Roja. "Era el tono de las casas de adobe de los primeros bereberes y se ha mantenido". Eso sí, la primera parada tiene lugar en la "única casa blanca de la ciudad", recalca el guía, situada en Gueliz, el barrio francés.

Hacia ella se dirige mientras cuenta que es la residencia del cónsul galo, pero que antes fue el suntuoso palacio del príncipe Moulay Ali. Su interior aún alberga magníficas obras de orfebres marroquíes. Hay que verlas. Gueliz también se caracteriza por sus edificios art déco, tiendas chic, galerías de arte y joyas como el Jardín Mayorelle, antigua propiedad del diseñador Yves Saint Laurent, quien tras hospedarse en La Mamounia eligió Marrakech como morada, inspiración y refugio hasta su muerte.

Marrakech a medida ahora que Marruecos abre sus fronteras: de una ruta en sidecar a una acampada en el desierto

De vuelta al sidecar toca rodear la mezquita de la Koutoubia, referente que recuerda a la Giralda de Sevilla. «¿Es igual, ¿no?», suelta Belaid sorteando con soltura inaudita el más que caótico tráfico. La hazaña automovilística más complicada llega al adentrarse en el zoco, ese hervidero de callejuelas laberínticas en las que se alterna puestos de bellísimas pashminas con otros de especias y bolsos de cuero, carne cruda colgando al aire y antigüedades de precios desorbitados.

Entre medias, carros tirados por burros con gallinas, lechugas y naranjas a cuestas; motos acelerando a conciencia; ir y venir de propios y extraños... y el sidecar. Nuestro cicerone recuerda que en el souk rodó Alfredo Hitchcock en 1955 El hombre que sabía demasiado. Se hospedó, claro, en La Mamounia. El periplo sigue en la Mellah, el barrio judío, y el Palacio Badi para acabar, con pícnic incluido, en el palmeral, un oasis de 15.000 hectáreas.

Cena en medio del desierto

Los planes individualizados de La Mamounia continúan con una acampada de lujo en el desierto de Agafay, a una hora de Marrakech. El traslado en Land Rover Defender permite conocer los pueblos bereberes de la zona, «esos que aún viven de su ganado y la producción de aceite de argán», señala Guillaume Charbonnel, responsable de Alcimat, agencia que organiza expediciones exclusivas cómo ésta. La bienvenida a la jaima se hace con dátiles, como se estila en el desierto, aunque la leche de almendra que suele acompañarlos se sustituye por champán. Antes de caer el sol también se puede dar un paseo de burro o dromedario por las escarpadas tierras altas de la meseta de Kik, frecuentada por senderistas.

El cóctel a la luz de las velas que viene después lo ha diseñado el chef de La Mamounia y está compuesto por delicatessen locales como hummus de garbanzos y berenjenas, pastela (un plato de hojaldre, pollo, cebolla y frutos secos), ensalada de queso feta... El clásico tajine (guiso de carne) no puede faltar. Durante la cena en el desierto (desde 230 euros el plan completo), servida por los camareros del hotel, tiene lugar una cata de vinos seguida de una clase magistral de casiopeas, andrómedas, osas mayores y compañía. La imparte Charbonnel, experto astronómico. La noche estrellada da para ello.

Llega el momento de subir en globo para divisar la ciudad desde arriba o explorar las montañas de Jbilet, en las estribaciones del Atlas, a 30 minutos de Marrakech (traslado, vuelo de una hora y desayuno desde 190 euros). Allí ha montado su cuartel general el catalán Quim Boet, piloto y dueño de la empresa Ciel d'Afrique. El ascenso se da al amanecer y va acompañado de un café en las alturas mientras por el paisaje se cuela algún oasis, una granja de cabras y una aldea de casas de adobe. Y de fondo, siempre el Atlas. El auténtico desayuno bereber con té, huevos revueltos, esponjoso pan marroquí, fruta fresca y pasteles de hojaldre se sirve en tierra firme, ya en el campamento. Los dátiles, de nuevo, reciben al visitante.

GUÍA PRÁCTICA

CÓMO LLEGAR. Iberia (www.iberia.com) vuela de España a Marrakech desde 70 euros.

DÓNDE DORMIR. En La Mamounia (mamounia.com/es), uno de los hoteles más legendarios del mundo, además de símbolo de lujo y refinamiento. El estilo árabe-andaluz de este antiguo palacio impregna cada estancia, de la suite Churchill (fan incondicional) al spa o el Pabellón de la Piscina. El origen de todo fueron sus jardines. Desde 400 euros la noche en temporada baja.

MÁS INFORMACIÓN. En las páginas web de las siguientes empresas, dedicadas a ofrecer actividades exclusivas en la ciudad: Ciel d'Afrique (cieldeafrique.info) se encarga de todo tipo de paseos en globo tanto por la ciudad como los alrededores, incluido el Atlas; Marrakech Insiders (marrakechinsiders.com) propone diferentes tour en sidecar; y Alcimat (alcimat.com), que sirve en bandeja acampadas de lujo en una jaima en mitad del desierto.


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